“Lo cierto es que a la poesía no se la define, se la reconoce, dijo Alberto Girri, un gran poeta argentino. Así que no voy a cometer la estupidez de definir algo en lo que no se han puesto de acuerdo siglos y siglos de pensadores. Pero sí voy a nombrar algunas de las cosas en las que encuentro poesía: a veces en un animal, otras en el motor de un auto, en las largas vías del tren y en el silencio de los hospitales. En Johan Cruyff corriendo con su elegante camiseta naranja o en la construcción anónima de las catedrales. En el inferno de Dante, en el cerebro de Ugolino y en el sticker de la virgen pegado en el tablero del patrullero. La poesía siempre se encuentra en estado de pregunta. ¿Por qué estamos acá? ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? A veces, hasta nuestros seres queridos nos resultan extraños. Y sin embargo, la voluntad poética de habitar el mundo, es lo que todavía hace que la cosa valga la pena”
Fabián Casas
La heladera, la
ventana, las estatuas, los desayunos de mate humeante.
Al autor de este libro una vez le regalé un
C.D. de Charly García. Nos encontramos en una esquina, le di la bolsa de
Musimundo. Él agredeció y estiró la
boca. Unas horas después publicó en una red social que le habían regalado un
C.D. encelofanado.
A algunos
escritores les gusta hablar de la palabra poética, como si hubiera una palabra
que no lo fuera, como si la poesía se presentara solo en algunos casos. Como si
la poesía fuera la creación del poeta. A Joseramon le regalaron un disco
encelofanado, él después escribió. ¿Dónde empezó la poesía? ¿En el celofán?¿En
el regalo?¿En el escrito?
Alberto Silva,
poeta argentino y autor de varios artículos y libros sobre literatura japonesa,
explica en “El Libro del Haiku” la
función y el origen lúdico que tiene este tipo de poema. Entre varias formas de juego, Silva explica la interacción
de las palabras y los silencios. Más allá de los silencios entre palabras, que
son los que permiten diferenciarlas, entenderlas y darles ritmo, el haiku tiene
dos silencios fundamentales. Uno antes de empezar. Otro al finalizar.
Podemos decir que
toda enunciación cuenta con estos espacios de ausencia de sonido que determinan
comienzo y fin. Pero en el caso del haiku, su brevedad convierte esos silencios
en paréntesis que cuidan o contienen al poema. Algo parecido a las bolsas de
burbujas que se usan para embalar elementos frágiles. Pensemos en un texto
cualquiera, si un paréntesis guarda textos muy largos, el lector olvida que
está leyendo una aclaración o algo que se desvía del tema central hasta que
encuentra el signo de cierre. El uso certero de este signo vale en la brevedad
de lo que encierra.
Es el haiku, por su
contención en estos silencios y por su brevedad, un paréntesis que encierra los
puntos sensibles de algo más grande. Eso más grande puede ser la vida en
general o, en el caso de las canciones de este libro, el sonido de una
heladera, el humo de un mate, la luz de la mañana que cae en la medialuna.
Fernando Pessoa termina el fragmento 22 de “El libro del desasosiego”, con un
párrafo (que separa del resto del texto y que contiene una sola oración) que
afirma: “Dios es que existamos y que eso no sea todo”. Eso, que según Pessoa
excede a la existencia, es la poesía.
No hay palabra
poética por dos motivos. El primero es que el concepto Palabra Poética
convierte a las palabras en objetos vacios o meramente decorativos, cuando en
realidad por ser construcciones sociales cargadas de significado que se
reformula en cada enunciación no pueden reducirse a guirnaldas. Segundo porque
creer que la poesía está en la palabra no es más que una visión resultadista.
El poema es el resultado de eso que excede a la existencia y que el poeta
intenta materializar mezclando palabras y ritmo. No hay poema si no hay tiempo
y sonido, si no hay ritmo que sensibilice la palabra. Pero la poesía es una experiencia, no una
creación como si lo es el poema. Y es en ese sentido que creo que este es un
libro de poesía. De canciones, de escritos, de haikus. De paréntesis de la
rutina encelofanados.