Laura, Que había estado en Buenos Aires tanto tiempo, partió de su Colombia natal a Francia. La noticia enfrió su romance parisino. Recordó a su madre, canciones y poesías.
Martín, incrédulo, preguntó tantas, pero tantas veces "¿En serio?" que no pude contarlas. Cuando lo creyó dijo estar triste como se está triste cuando estás triste.
José no lloró por una cuestión de hombría y Marta dijo que estaba rara.
Cuando Sol llamó derramé unas lágrimas y busqué algún alma en el éter que comprendiera y tuviera el mismo sentimiento. Pero los sentimientos, por más esfuerzo que hagamos, están en los ojos, en los abrazos y en las voces. La pantalla no saciaba mi necesidad de compartir.
Agarré la bici buscando al viento. Me encontró. Buscaba en los transeúntes una cara tan descreía y desconcertada como creía que era la mía en ese momento. Esperaba que los palos borrachos florecidos hace dos domingos me despertaran con sus luces rosas. Pero las flores se caían, el viento las volaba. Entendí que el clima húmedo que había reinado hasta hace un rato era, tal vez, producto de dos mundos que disputaban tu estadía.
Se abrió es no sé qué cosa que dijo Tomás y te llevó. Dejándonos a muchos una pérdida que no terminamos de comprender producto de una estadía que nunca pudimos (y no sé si podremos) dimensionar.
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