jueves, 9 de febrero de 2012

La miro despeinada, con los ojos cansados y brillantes.
Sus manos blancas cual porcelana, pero blandas y tibias sostienen el libro.
Su cabeza va marcando el ritmo. Lectura pausada. Palabra por palabra y volver para formar la oración.

Me pregunto si mi relación con la lectura  nació de la misma forma. A fuerza de fiebre, dolor de cabeza, taquicardia post corticoide, manos temblorosas de  nebulización y olor a solución fisiológica.

La miro y pide que le acaricie los pies.

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