Que se desprendan las hojas del árbol aunque
estén verdes por ser diciembre.
Que las palabras se renueven así, por más que el sentimiento sea el mismo, encontremos
nuevas formas de decir y comprender.
En cada durazno, cada bocado, su frescura, el
instante. Sin embargo no sé usar otro adjetivo más que rico o sabroso. Y es
mucho más que eso y las palabras no entran.
Y si las palabras no entran entonces en un
bocado de durazno, como van entrar en un
abrazo o en el tiempo. Tan pequeñas, tan lindas, tan insignificantes e
importantes a la vez.
No hay lengua que abarque la vida, no hay
vida que nos abarque ni que sepamos dimensionar.
Todo adjetivo,
toda definición, todo está mal
cocido. Quien diseño el mundo no hizo
nada a medida, nos creó pequeños. Dentro nuestro todo nos excede, nos supera.
El encuentro, el bocado de durazno y la hoja
que caerá recién en mayo.
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