jueves, 6 de junio de 2013

Escritos de otoño II (nocturnos)

I

La bruma, la neblina.
el frío.
Qué poco me importaban,
nada podía pesar a un pecho liberado.

Te dejé una cajita llena de cosas no dichas.
La guardaba a veces en el pecho, otras
intentaba crear un espacio entre los pulmones.
Las cosas ¿qué cosas?

Las-cosas.
Tenían relevancia por su encierro,
por su no decir. 
Por estar guardadas en la caja revolcándose entre sí.
 Una orgía de sentimientos impúdica.

La dejé en el piso, la abrimos.
Y como si prendieran la luz de la cocina del quara
miraron sonrojadas.
Abrimos y cerramos varias veces.
y cada vez que la tapa bajaba volvían a besarse.

Zorras.


II

Me llevé también algunas verdades.
Tuyas, mías, de la caja.
Temía esas afirmaciones,
creí que podían ser más duras.
Pude haber sido más dura también,
pero ¿qué sentido tenía?
¿Quién me hubiera creído?
Si cuando saqué la caja de los pulmones, del estómago y los ojos
quedé tan frágil, tan sin autoridad.

¿dignidad? No gracias.

¡Ay! el otoño que espero desde diciembre  me está deshojando lentamente.
Pero quizá necesite una poda.

Pedaleo y todo es negro; y blanco y espeso el aire
que voy rompiendo en mi andar.
No soy liviana como una pluma.
soy como las pelotas de las payanas.

Caigo, pico y vuelvo, para volver a caer.
No sé donde voy ahora.



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