desayuno con el gato.
Los dos miramos la calle.

Si dejáramos nuestra vida en las alturas
la impresión del mundo
sería otra.
La lluvía dejaría de ser algo que pasa
y sigue
cayendo.
Los atardeceres no bañarían nuestro reino
porque ya no lo tendríamos.
Mis vecinos se convertirían
En paredes y cercos.
Mis vecinos serían los costados y adelante
abandonando las cuadrículas,
y el plano,
donde resaltan sus perros
y sus piletas.
No vería las sirenas de la avenida
ni a los chicos de crossfit corriendo
vaya a saber qué
todo el día.
Si bajáramos de los balcones
el piso y el cielo dejarían de ser
la misma mirada del paisaje
para dividirse.
Cuando dejemos este palco
tan parecido
a una orilla.
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