lunes, 20 de enero de 2014

Piedras; gatos, humanos y Pessoas

Como Pessoa quería la piedra por el sólo hecho de ser piedra.
Por su dureza y su silencio, no por sus representaciones ni sus parecidos, ya que no tenían ninguno.

Yo quiero del hombre su humanidad.
Que en este caso sí suma sentimiento de igualdad-
porque compartimos ese error que nos hace hombres.
No hay persona a la cual pueda separar de su ser humano.
Porque por más espiritual por más incorpórea que parezca
nos iguala nuestra condición.

A veces los gatos nos miran mostrando en su mirada cierto pertenecer a la misma especie.
Pero sólo compartimos el estado de seres vivos.
Confundida, en cuanto le digo al gato
"che estás re humano"
él maúlla ante la lata de atún que estoy abriendo.
Vuelve a convertirse en felino
y ni yo, ni todos los que comparten mi condición,
seríamos capaces de ese salto a la mesada de la cocina
ni de ese sonido, ni de ese lenguaje.

Quiero del gato entonces su condición gatuna,
de la piedra su ser piedra
y de nosotros la falla permanente que hace nuestra existencia.

lunes, 13 de enero de 2014

Fragmentos III

La temperatura de mi cuarto siempre es un poco mayor a la del resto del mundo. No sé si es la altura, si las ventanas y el sol de la mañana juegan en contra o si el gusto a birra de la noche anterior hace que me sienta más pesada. Lo cierto es que debiera reconsiderar el hecho de tener puesta una pollera, y recordar para el resto de los días esta pequeña particularidad de mi cubículo blanco.

Debo considerar también que recién es octubre y que esto en los meses que siguen puede ser un calvario. Los meses que siguen pueden ser un calvario siempre, más allá de mi cuarto y la sensación térmica.

Fragmentos II
Fragmentos IV

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Fragmentos IV

A veces, mis manos parecen más chicas y blancas de lo que ya son. El resto del cuerpo se mantiene.
El colectivo parece inmenso. No sé cuál es el tamaño de un elefante, pero imagino que puede tener el tamaño de cuatro o cinco. Los imagino ahí yendo al costado, por la calle, en fila.


Mis manos no pueden más que generar nostalgia. Las miro y, estén del tamaño que estén, del color que sean, veo en ellas toda mi fragilidad. Las abro, veo los callos producto de la escritura y de la guitarra en las yemas. En la palma, los del manubrio de la bici. Miro mis manos y la veo mías, curtidas y frágiles, huérfanas de siestas. Me veo crecer sin dejar de añorar una niñez jamás recordada de modo objetivo.

Fragmentos III