domingo, 18 de diciembre de 2016

Tafirol

Desde el Balcón entra el olor a jazmines
eso alivia
la noche y el calor

Pienso que el verano no es tan malo
que puedo bañarme ahora
y ponerme un vestido fresco.

Miro al gato.
Si sigue creciendo, tal vez,
en un momento,
no entremos en el departamento.

Pienso en mi abuela,
Este es el olor de su cuarto.
Olor a volver del CBC
y leer La Nación

Desde el Balcón asomaron jazmines
Salí a verlos.
Aclararon que ellos alivian,
pero curar, no curan nada.

sábado, 15 de octubre de 2016

Una canción de cuna

Llueve.
No para.

En el balcón de enfrente
también llueve
Y una señora mira por la ventana
Sosteniendo su mentón con la mano.

Flamean las medias negras del tender del techo
Un pétalo rojo de malvón quedó pegado a mi ventana

El gato lo ataca,
choca contra el vidrio
rebota
desiste.

Los lapachos siempre brillan.
Contra el gris.
Contra las copas verdes.

Los arboles que nacieron para la orilla del río
siempre cantan una canción de cuna.

Este espacio es ahora nuestra casa.


martes, 30 de agosto de 2016

Escuchó el río


Era viernes santo, en Maimará y en otro montón de lados. Era viernes Santo y en el viacrucis que andaba entre cerros anunciaron la muerte de Juan Pérez. Los vecinos se miraron y continuaron la procesión al paso tranquilo y lento que tienen las caminatas en grupo y al sonido de los sikus que por momentos parecía venir del paso del viento entre los cerros.


El mismo canto volvió a la tarde. Cuando salió a caminar y se encontró con el velorio. En una esquina la banda tocando. A mitad de cuadra las coronas de flores y grupos de personas que sin escándalo llegaban y se abrazaban. Desde una puerta angosta y alta, sostenida por paredes de adobe, pudo ver las velas y el cajón del muerto.


No quiso detenerse. Siguió por la misma calle que parecía abrirse. Siguió y encontró el hilo de agua corriendo. Agradeció a la quebrada, a los marrones y rojos de la tierra, al canto de cerro y al viento. Agradeció ese rato, de llano y de agua que la fueron meciendo. Y la  llevaron por un rato a las calles de arroyo,  tierra negra y horizontes infinitos abiertos.


Se despertó y escuchó el río. Sacudió la tierra roja de sus calzas negras. Caminó. A mitad de cuadra la puerta alta y angosta, todavía abierta, mostraba el cuarto ahora vacío.

lunes, 4 de julio de 2016

De bolsillo

Un día voy a publicar un libro.
Uno de bolsillo para que tengas a mano.

Con los argumentos no pedidos,
para que puedas decir donde nadie pregunta.

Tendrá el tamaño de esta libreta.
Va a entrar en la palma de mi mano.

De hojas lisas sólo tendrá impresa la página izquierda.
La derecha va a estar en blanco.

Va a ser la no pregunta
de tus no respuestas.

Va a ser lo que pesa,
lo suprimido, de este diálogo .

jueves, 5 de mayo de 2016

Diálogos I

Domingo
18:30
feriado.

¿Qué esperabas?
Debo admitir que me da un poco de vértigo

No el décimo piso

Sino el domingo
las dieciocho treinta
primero de mayo.


miércoles, 20 de abril de 2016

Ir a Río

Ir al mar
para renovar la sal.
De las lágrimas,
de los sudores.

Para perderse
 en la inmensidad del horizonte
en el cielo que parece vertical.

Ir
Para que el mismo
que sala y pierde
te devuelva, en una ola
al mundo
y a la firme incerteza de la tierra.



miércoles, 30 de marzo de 2016

En ele

Existe un arroyo
en ele
de esquina redondeada,
de u partida.


Existen ventanas de casas
vueltas kioscos
un mundo marrón y verde
mi juego litoraleño.


A veces quiero llevarte
sobre todo cuando vuelvo,
A veces quiero que llegues
que encuentres el sauce en la vereda
y el portón verde de madera 

siempre abierto.










miércoles, 9 de marzo de 2016

Solos

Cuelga el vestido solo
y celeste contrasta
en el balcón
con el cielo y la madera.

Queda en el tender blanco,
dividido en dos partes
solo el vestido sumado
al leve movimiento del viento

Queda
y los botones marcan un tiempo
sin compás
sonando contra los hierros.

Quedan solos el vestido y el tender
en el balcón y el cielo,
en el fresco de una noche
anuncian el otoño.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Reunión

Las tazas de café en la mesa
las sillas en ronda en el jardín.
Los fantasmas de la reunión 
y sus asistentes
presentes en la posición de las cosas
que parecieran seguir recibiendo espíritus
que mientras dormimos
hablan del balotaje.

sábado, 20 de febrero de 2016

Orden


Él
que lograr juntar todas las angustias
Ponerlas en un estante
y cantarles hasta que se duerman.

Él
avisa  que puedo cerrar los ojos
y dormir un rato yo también.

Que cuando me despierte
ellas van a estar ahí.

Que voy a poder llevarlas otra vez
de manera más ordenada
y silenciosa.
"Un aire le dice que si,que siga y que marche".(Fito Páez)



viernes, 8 de enero de 2016

Nos falla el otro

El jueves 31 de Diciembre pasó Ana por casa a buscar un vestido que me había prestado. Ya vestida para la fiesta que me esperaba a la noche, busqué le vestido, lo puse en una bolsa y la esperé un rato. Ana no se caracteriza por ser la persona más parsimoniosa del mundo. Ana piensa, todo el tiempo piensa. Piensa y verbaliza rápido, con palabras justas, pero tan precisas que uno tiene que remitirse al sentido más profundo de la palabra para llegar a la IDEA. A veces incluso me marea. Aclaro esto porque todo lo que sigue es a partir de la IDEA  que tomé de lo que dijo ella y tal vez no sea exactamente lo que quiso decir. 

Ana contó muchas cosas, una de ellas fue  que la aquejaba el estado de la política actual y que, en ese y en otros aspectos más personales, lo que veía que fallaba era la idea del otro. Una compañera de trabajo le había dicho que el problema de la empresa era que sobraba personal. “No hablo de vos Anita, vos trabajás re bien”, había aclarado su compañera para tranquilizarla.  

Unos días antes yo me había juntado con unas amigas con opiniones políticas completamente opuestas a las mías. Hablando sobre el trabajo de una de ellas no pude evitar, estúpidamente, hacer referencia a la cuestión económica. Mi amiga es docente en un colegio privado y ante sus quejas sobre la austeridad de la institución en los festejos de fin de año argumenté que los colegios deben estar tomando precauciones. La baja del poder adquisitivo, sumada los aumentos en los servicios obligaría a cualquier organización a replantear sus ingresos y sus gastos. Para mi amiga, en el colegio también sobraba gente. Claro está que no sobraba gente en su área, sino en otra. Una vez más sobraba el otro. Ni ella, ni yo. Otro. 

Cuando Ana contó lo de su compañera de trabajo, yo pensé en mi amiga. Mi casa, que se la alquilo a un otro,  en la que vivo con otro, que tiene otros 14 pisos y que en cada uno de esos pisos existen otros 4 departamentos donde viven vaya uno a saber cuántos otros. En mi casa hay una mesa bastante grande y ahí estábamos con Ana, cada una en su silla. En seguida imaginé muchas personas circundando esa mesa, todas mirándose, pensando en el otro que sobraba, pero sin decirlo. 

Hoy un noticiero mostraba a las personas que duermen en la intersección de Juan B. Justo y Santa Fe. El problema, para los informadores, no estaba en que hubiera gente viviendo en condiciones nefastas, que el sistema las excluyera, que amenazara el pronóstico de tormenta. El problema era las molestias de los vecinos, la estética y limpieza de la esquina porteña. Trabajé mucho tiempo en una oficina de reclamos, uno de los primeros días de trabajo un señor se fue gritando “El problema es que acá los negros hacen lo que quieren y nosotros los blanquitos tenemos que bancarnos todas”. Quien me conoce sabe de mi palidez casi mortuoria, me dieron ganas de retar al señor a hacer un duelo de pieles. De la misma manera que el día que una señora llamó para preguntar por qué contratábamos gente sin dientes, quise pedirle que viniera a verme a ver si se animaba a hacer esa afirmación otra vez. De esas historias hay mil. Los que se quejan porque hay chicos durmiendo en la puerta de la catedral y queda feo; los que hacen campaña para que los cartoneros dejen de usar caballos porque “pobrecito animal” (Como explicarles que zoonosis no puede hacerse cargo del animal en esos casos, ni sacrificar al cartonero) Todos otros. 

En estos días hubo un montón de despidos. Personas, otros (por ahora otros, cuestión circunstancial)  que se quedaron sin trabajo. Muchos, entre ellos parientes y otras personas que quiero mucho, festejaron esos despidos o los justificaron. Ñoquis, planeros, Camporistas y otras cuestiones algo subjetivas parecían ser buen motivo. Dentro de las personas que se quedaron sin trabajo hay una a la que aprecio muchísimo y de la cual, precisamente, admiro su amor profesional. No voy a nombrarlo, prefiero guardar su nombre para cuando escriba sobre él por motivos mucho más bellos. Sabiendo que muchos de los justificadores conocen su trabajo, pensé (supuse porque no me animé a preguntarles)  que dirían que cayó injustamente en el malón del sinceramiento laboral. Sin dejar de avalar los  miles de otros que perdían sus puestos de trabajo. Entonces comprendí que así como cuando los medios de comunicación utilizan “La gente”, el otro sobra siempre y cuando no tenga nombre y, por lo tanto, no pueda reconocerlo. Se señala y juzga un imaginario, pero a la hora de reconocerlo y nombrarlo somos menos duros porque asimilamos también su circunstancia. 

¿Por qué nunca creemos que sobramos nosotros? ¿Por qué creemos que hay personas que sobran? Como si fueran el borde de una masa que no entra en el molde, entonces se recorta y se tira. ¿Qué nos salva? 

En mi casa siempre hubo muchas personas y poco espacio.  Nos peleamos por el control remoto, el sillón cómodo, el equipo de música y la computadora. Cuando mi hermano más grande tocaba la guitarra en el cuarto del fondo, mirar la tele era imposible. Nebulizarme a la noche significaba despertar a toda la familia. A pesar de eso, nunca se me ocurrió pensar que alguno sobraba. E imagino que si le hubiese dicho a mamá "acá sobra gente", su respuesta hubiese sido "Bueno, andate". 

Pienso entonces que nos falla el otro. La idea de otredad que tenemos. Sin entender que no existimos si no hay otro. Que otros nos concibieron y nos nombraron. Que nos definimos a partir de nuestra relación con otros. Otros que tienen nombres, aunque no los digamos. Otros que son parte de muchos de los conjuntos que conformamos. Porque, convengamos, que si tanto trabajamos en buscar las diferencias, es porque lo que nos hace iguales es evidente. 

Pensemos que somos el único humano de la tierra, creeríamos que somos la plenitud de la humanidad. Creería que la plenitud de la humanidad es medir 1,54, tener dientes grandes y voz aguda. Por suerte existen otros que abren el abanico de lo posible.

sábado, 2 de enero de 2016

Ramo de ramas

Hubo una sequía muy grande ese año del que ya no se recuerda el número. Tan grande que hubo pocas flores esa primavera. Las industrias tampoco habían florecido, las flores de plástico no existían como alternativa. El arroyo que hasta el momento no se llamaba Los Berros, porque ni el árbol tenía ese nombre, podía identificarse como arroyo porque los habitantes lo recordaban con agua. De no ser por esa memoria, de llegar un hombre del siglo XX a ese tiempo inmemorable, podría ver aquel zanjón como una trinchera, la primera de la historia. Lo cierto es que las guerras llegaron después.

Volvamos a la sequía. El pequeño poblado se había organizado para juntar agua de las pocas lluvias y rocíos, por lo que no llegaban a sufrir mucha sed. Pero hubo algún que otro muerto producto de las condiciones climáticas. También hubo nacimientos, festejos, celebraciones de todo tipo, tamaño y color. Hubo vino, porque hasta los pueblos más desprovistos en esa época guardaban y tomaban grandes cantidades de vino. Pero no hubo flores. Ni para los muertos y sus tumbas, ni para los recién llegados, ni para los enamorados, los niños, ni los poetas. No se sabe quién, cómo ni cuándo. Pero algún iluminado decidió remplazar las flores por los pedacitos de ramas de los árboles caídos. Lo enamorados reglaron ramas atadas por ramas finas de sauce llorón, en las tumbas se dejaron ramas en todas las formas habidas y por haber, menos en forma de cruz. Un poeta escribió un poema que se titulaba “Setenta caminos y ninguna rama”. Y hasta las lluvias que llegaron terminando el invierno, el arroyo y las flores se volvieron fantasmas.

Podemos deducir entonces dos cosas. En primer lugar que la entrega de flores como muestra de cariño, devoción o como simple elemento decorativo es previa a la existencia de las trincheras. En segundo, que si por algún motivo en las cercanías del actual Arroyo Los Berros te regalan un palito tal vez ya estés muerto.