jueves, 21 de diciembre de 2017

Gomita de pelo

Ordené un poco.
Dejé de hacerlo
cuando encontré,
perfectamente doblada,
una servilleta.

Cada vértice junto a su opuesto
Cada lado una linea recta.
Estrujado, hecho un bollo
otro papel con mis mocos.

Me pregunto si te pasará lo mismo.
Me arrepiento de no haber dedicado los libros.
¿Dónde podrías encontrarme ahora?
En una gomita de pelo,
en el remedio del asma
o en alguno de mis ñoños apuntes.

Escribo y veo tu tabaco arriba de la heladera.
¿Tiraste ya mi cepillo de dientes?
¿Cuánto tiempo es necesario?
¿Por qué, si uno entra gradualmente,
la salida se precipita de esta manera?

Llego a casa
la noche está despejada
hay nuevos jazmines
los tomates siguen en pie
y los banderines no se mueven.

El gato sale por la ventana
A veces creo que pregunta por vos.
Automáticamente pienso,
¿Martín extrañará
mis papeles de chocolate
en la computadora?

Ya no son nuestros días.
Es obvio.
Solo espero el momento
donde eso sea normal
o nada me lo recuerde.




miércoles, 13 de diciembre de 2017

Entrepiso

Pongo un disco
busco otro
abro el libro de Casas
lo cierro.


¿Es así? ¿Esto le pasa a la gente que piensa?
"Te vas a quedar sin lágrimas"
decían mis tías.


Acá no estoy
no duermo
no nada

Pienso versos

no dicen nada
los descarto.


Mi cuarto es un suelo colgado
que no se cae.
La cama y una baldosa 


Tal vez sea así.
Mantenerme en esta espera
que no ansía ni angustia.

Decidir
puede ser una fatalidad.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Siempre corren

Descolgamos los cuadros,
guardamos las fotos y los libros.
La casa dejó de ser nuestra.


Saliste del baño.
Faltaban la heladera y la cama.

Ahí te diste cuenta.

Caminaste entre las cajas,
dijiste algo.
No te entendí.
Una vez más.


El fin del cubículo blanco.
Nuestro paréntesis en las alturas.
Un reino que levantamos
después de no creer en nada.


Ahora, que parece,
tenemos suelo firme.
Podemos bajar,
caminar los techos,
traer visitas.


No, no todo
entra en cajas.


Me asomé al balcón.
Caía el sol entre los edificios,
la voz de la estación
anunció el próximo tren.
Los chicos de crossfit corrían
y, seguramente,
también lo hagan ahora.

martes, 12 de septiembre de 2017

La hora

Es azul
y no hablo del cielo.
Existe una hora azul
como si viviéramos abajo del agua.
El mundo, Muñiz, que es mi mundo
se vuelve azul.


Antes que el alumbrado público prenda
cuando el sol todavía no bajó la persiana
hay un tiempo de aire azul.


Es la hora de los fantasmas
de la humedad
del miedo.


Pero hoy, no sé por qué
no entraron a mi balcón
y solo pude verlos desde casa.
Yo los esperaba con la mesa puesta.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Impresión

Sentada contra el ventanal
desayuno con el gato.
Los dos miramos la calle.
Las vecinas charlan en la vereda.

Si dejáramos nuestra vida en las alturas

la impresión del mundo
sería otra.

La lluvía dejaría de ser algo que pasa
y sigue
cayendo.

Los atardeceres no bañarían nuestro reino
porque ya no lo tendríamos.
Mis vecinos se convertirían
En paredes y cercos.

Mis vecinos serían los costados y adelante
abandonando las cuadrículas, 
y el plano,
donde resaltan sus perros
y sus piletas.

No vería las sirenas de la avenida
ni a los chicos de crossfit corriendo
vaya a saber qué
todo el día.

Si bajáramos de los balcones
el piso y el cielo dejarían de ser
la misma mirada del paisaje
para dividirse.

Cuando dejemos este palco
tan parecido
a una orilla.

martes, 15 de agosto de 2017

Todos tuyos

¿Exorcizaste la casa?
¿Le avisaste a los fantasmas
que te ibas?
¿O se mudaron con vos?

Tendrías que dejar
tu nueva dirección a mano.
Por si algún despistado te espera
en la esquina de la ochava.
O buscan asustarte desde la plaza
como los empleados de gobierno
que a la madrugada pintaban sendas peatonales.

Los que dejé yo,
esos espectros que
temblaban ante tus expedientes
y tus palabras,
ya saben.
Y no me pertenecen.

A ellos
que fueron tu única compañía,
dejales dicho
que si no pueden atravesar paredes
cierren la persiana desde afuera
y tiren la llaves por la ventana.


lunes, 29 de mayo de 2017

Sábado y Juventud

Es sábado
juega Juventud.
Los gritos de la hinchada
llegan a casa,
se meten en mi sueño.
Abro apenas los ojos
es sábado pienso
juega Juventud.

Acá, a dos cuadras y cinco pisos,
tapados por la manta de polar rojo
dormimos nosotros.
Arriba de tus piernas y de la manta
el gato
que no sabe de fútbol, ni de días
pero mira mis ojos apenas abiertos
y estira su cuello
hasta que su cara llega a mi mano
y levanta mis dedos.
Sin abrir los ojos
como copiando al gato
acercás tu cara a la mía
te doy un beso.

Es sábado.
A dos cuadras y 5 pisos
seguimos tapados
con la manta de polar rojo.
No hubo goles
la hinchada no suena
respirás como si fueras una máquina a vapor
como si exhalaras el humo de un pucho.
Vuelven ahora el sonido de los perros
y el anuncio del rápido Hurlingham – Villa Crespo
Sí, ya sé, Villa Crespo.

Vuelvo a la siesta 
las sombras del balcón empiezan a tomar la pared.
Ahí está el malvón
la imagen es negra pero sé que su flor es roja

como la manta de polar que nos tapa.

El gato se levanta,
vuelvo a la siesta
agradezco tener tiempo
para compartir nuestro cansancio. 

domingo, 23 de abril de 2017

Distinguir

No supe dónde empezaban las nubes
ni dónde las flores
Dos grupos blancos
contra el cielo.

Ahí, altas
rompían la idea de inalcanzable
daban diferentes nociones de profundidad.

Las miré.
Cuatro días las miré.
Y una vez que cambió el cielo
que el gris invadió lo alto
pude diferenciarlas.

Las que seguían ahí
erguidas, mirando hacia arriba
esas eran las flores.
Esas que, pasada la tormenta,
encontraría en el pasto

domingo, 9 de abril de 2017

Planes

Domingo
Es abril
la lluvia torrencial de febrero
sin calor.

La época en que,
no sé si por las noches tempranas
o las madrugadas oscuras,
el mundo me apabulla
me ataca.

"Hay que pasar el invierno"
dice una de mis conciencias.
"Rendir los primeros exámenes
tomar sopa,
comprar un paraguas
y dormir la siesta"
dijo otra.

Pero mientras ellas discuten
los planes entran en crisis
y es que
a pesar de no tener flores
el jazmín de Paunero y Alberdi
sigue dando olor a diciembre.
No sé si viene pascua
o navidad.

domingo, 19 de febrero de 2017

Una idea

Caminamos rápido
por las calles de asfalto fino
que guardan pequeños charcos.
Las nubes grises son
el cielo raso del cielo
y lo hacen parecer alcanzable, bajo.

Vi las espumillas brillantes tocándolo
y recordé la alegría de los días anteriores
al ver las primeras flores de los palos borrachos.
Las mismas que aparecieron en un sueño
como luces en un camino oscuro.

Si fuera más alta tal vez podría alcanzarlo,
si tuviera una escalera
si me subiera a tus hombros
o si le sacáramos al paredón del vecino el alambre de pua
y entonces me subiera ahí, poniendo un pié delante de otro
haciendo equilibrio, en pose de paso congelado.

Febrero es rosa, me dije.
Y ahora que estoy en casa,
la humedad sube hasta el 5to piso
y las chicharras son mariachis
serenateando desde algún tronco a mi balcón,
pienso que hice bien en no interrumpir
el apuro matinal del sábado,
ni tus pasos largos, ni los míos cortos y ligeros
para decirlo.

sábado, 7 de enero de 2017

Un libro de poesía

“Lo cierto es que a la poesía no se la define, se la reconoce, dijo Alberto Girri, un gran poeta argentino. Así que no voy a cometer la estupidez de definir algo en lo que no se han puesto de acuerdo siglos y siglos de pensadores. Pero sí voy a nombrar algunas de las cosas en las que encuentro poesía: a veces en un animal, otras en el motor de un auto, en las largas vías del tren y en el silencio de los hospitales. En Johan Cruyff corriendo con su elegante camiseta naranja o en la construcción anónima de las catedrales. En el inferno de Dante, en el cerebro de Ugolino y en el sticker de la virgen pegado en el tablero del patrullero. La poesía siempre se encuentra en estado de pregunta. ¿Por qué estamos acá? ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? A veces, hasta nuestros seres queridos nos resultan extraños. Y sin embargo, la voluntad poética de habitar el mundo, es lo que todavía hace que la cosa valga la pena”
Fabián Casas
La heladera, la ventana, las estatuas, los desayunos de mate humeante.

 Al autor de este libro una vez le regalé un C.D. de Charly García. Nos encontramos en una esquina, le di la bolsa de Musimundo.  Él agredeció y estiró la boca. Unas horas después publicó en una red social que le habían regalado un C.D. encelofanado.

A algunos escritores les gusta hablar de la palabra poética, como si hubiera una palabra que no lo fuera, como si la poesía se presentara solo en algunos casos. Como si la poesía fuera la creación del poeta. A Joseramon le regalaron un disco encelofanado, él después escribió. ¿Dónde empezó la poesía? ¿En el celofán?¿En el regalo?¿En el escrito?

Alberto Silva, poeta argentino y autor de varios artículos y libros sobre literatura japonesa, explica en  “El Libro del Haiku” la función y el origen lúdico que tiene este tipo de poema. Entre  varias formas de juego, Silva explica la interacción de las palabras y los silencios. Más allá de los silencios entre palabras, que son los que permiten diferenciarlas, entenderlas y darles ritmo, el haiku tiene dos silencios fundamentales. Uno antes de empezar. Otro al finalizar.

Podemos decir que toda enunciación cuenta con estos espacios de ausencia de sonido que determinan comienzo y fin. Pero en el caso del haiku, su brevedad convierte esos silencios en paréntesis que cuidan o contienen al poema. Algo parecido a las bolsas de burbujas que se usan para embalar elementos frágiles. Pensemos en un texto cualquiera, si un paréntesis guarda textos muy largos, el lector olvida que está leyendo una aclaración o algo que se desvía del tema central hasta que encuentra el signo de cierre. El uso certero de este signo vale en la brevedad de lo que encierra.
Es el haiku, por su contención en estos silencios y por su brevedad, un paréntesis que encierra los puntos sensibles de algo más grande. Eso más grande puede ser la vida en general o, en el caso de las canciones de este libro, el sonido de una heladera, el humo de un mate, la luz de la mañana que cae en la medialuna. Fernando Pessoa termina el fragmento 22 de “El libro del desasosiego”, con un párrafo (que separa del resto del texto y que contiene una sola oración) que afirma: “Dios es que existamos y que eso no sea todo”. Eso, que según Pessoa excede a la existencia, es la poesía.


No hay palabra poética por dos motivos. El primero es que el concepto Palabra Poética convierte a las palabras en objetos vacios o meramente decorativos, cuando en realidad por ser construcciones sociales cargadas de significado que se reformula en cada enunciación no pueden reducirse a guirnaldas. Segundo porque creer que la poesía está en la palabra no es más que una visión resultadista. El poema es el resultado de eso que excede a la existencia y que el poeta intenta materializar mezclando palabras y ritmo. No hay poema si no hay tiempo y sonido, si no hay ritmo que sensibilice la palabra.  Pero la poesía es una experiencia, no una creación como si lo es el poema. Y es en ese sentido que creo que este es un libro de poesía. De canciones, de escritos, de haikus. De paréntesis de la rutina encelofanados.